El único clásico bogotano con un ganador a nivel continental

En 1976, Santa Fe y Millonarios se enfrentaron en la fase de grupos de la Copa Libertadores. El primer duelo culminó igualado a un gol, pero el segundo terminó con victoria del cuadro cardenal por 1-0.

Por El Espectador

El 25 de marzo de 1976 Bogotá se paralizó mucho antes de que comenzara el partido entre Santa Fe y Millonarios por la primera ronda de la Copa Libertadores. Lo hizo desde bien temprano en la mañana, cuando los maestros del país tomaron la decisión de suspender actividades, y los niños llegaron a las aulas de los colegios distritales para un día de escuela y terminaron teniendo una jornada sin clases, de jugar fútbol, de hablar del encuentro entre cardenales y embajadores, de hacer círculos socráticos no para dialogar de la existencia sino para definir quiénes eran del bando azul y quiénes del rojo. “Más horas de sueño, más horas de fútbol y de deporte al aire libre”, dice la crónica de El Espectador, que trató de reflejar lo que hicieron los alumnos en la capital del país y que terminó hablando de algo más allá del problema de orden nacional: el clásico bogotano entre el campeón y el subcampeón.

La cultura dominical del hincha hizo ver ese jueves como si fuera un domingo más, un día en el que el azar fue mejor que la lógica y, por ende, muchos que no tenían planes terminaron en el estadio El Campín, viendo al árbitro paraguayo José Romei, uno de los primeros suramericanos que dirigieron en Europa, braveando de manera imponente a los jugadores que se paraban desafiantes frente a él.

También al arquero peruano Hugo Horacio Ballesteros atajando pelotas de gol, equivocándose en el minuto 41 tras soltar el balón luego de un tiro libre de Ramiro ‘El Bimbo’ Viáfara, que culminó, tras una serie de rebotes, con el remate seco de Juan Carlos Sarnari para el único gol del encuentro. “Su único error: la flojera de manos”, el texto que acompañó la calificación hombre por hombre de este diario. El aficionado de Santa Fe disfrutó del buen juego de Héctor Javier Céspedes, un definidor tranquilo, frío, a veces tan frío que parecía no sentir la emoción del juego, mucho menos el calor de un clásico, pero que siempre, a su manera, le hacía la vida imposible a Millonarios, club con el que debutó cuando tenía 17 años.

“Venía de un año duro por las lesiones y me estaba recuperando de a poco. Creo que entré en el minuto 20 del segundo tiempo, por orden de Francisco Hormazábal y solo tuve esa oportunidad. De hecho, lo único que hice fue empujarla y ya. Fue algo muy sencillo para la alegría tan inmensa que tuvimos, que generamos en la afición”, recuerda Juan Carlos Sarnari, no sin antes mencionar que en aquella época las banderas azules y rojas se mezclaban en la tribuna, que los únicos cruces entre hinchas eran de cánticos, que lo importante no era agredir al otro sino opacarlo con la voz.

Y mientras Sarnari vivió un momento especial, del otro lado, Miguel Ángel Coverti sufrió la rudeza de Alfonso ‘El Cachaco’ Rodríguez, el defensor que dejaba pasar la pelota, pero no al jugador. “Un gran jugador, siempre lo hemos reconocido, pero no está bien visto en él su juego antideportivo contra Alfonso Rodríguez”, diría la reseña de este diario y a lo que hoy, 42 años después, el mismo Converti contesta. “Era el roce normal que hay en un campo de fútbol. Se terminaba el partido y ya todo olvidado. Nunca tuve una mala intención, solo que ‘El Cachaco’ me entraba muy fuerte y no podía dejarme. Era la manera de vivir un clásico. De hecho, años después, entablamos una gran amistad, cuando él me dirigió en Santa Fe”, le dice Miguel Ángel a El Espectador.

Lo curioso de esta historia es que ese resultado no ayudó a Santa Fe, que terminó último del Grupo 4, con cuatro unidades, y que sí perjudicó de manera considerable a Millonarios que fue segundo de esa zona, pero que quedó fuera de carrera al completar seis puntos, dos menos que Alianza Lima de Perú, el club que avanzó a la segunda fase.

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